Volver al hogar, a la casa, al lugar físico…

Démonos al disfrute de mirar esto con detalle:

Como en todo hay dos realidades: los que tienen casa con todas las comodidades, cuarto con computador por hijo, sala, comedor, biblioteca, salón de televisión, aspiradora robot, cocina independiente para evitar una reunión con olores de aliños, lavadora en la parte trasera de la casa y nevera llena. ¿Cuántos colombianos son estos?, ¿Cuántos de tus trabajadores viven esta realidad?

Amerita que reflexionemos desde la posición de la gran mayoría de la sociedad… La realidad de la clase trabajadora…

Volvimos a la casa, pero con toda la oficina y el colegio en los hombros. Todos al mismo tiempo, cada uno con su maleta y su escritorio lleno y cada uno reclamando un espacio para “descargarla”. ¿Qué fue esto tan horrible? ¡La casa no da!

De mi apartamento / casa, que hasta hoy había sido un gran sitio de espacios justos y todos necesarios para una buena vida de familia, nos tocó ceder el mejor espacio al trabajo virtual (con buen internet, buena vista para el zoom, buena luz y con puerta para evitar el ruido y asegurar la privacidad y la concentración), y lo más grave es que se necesitaba ceder un espacio por trabajador. Nos fuimos reduciendo. Y seguimos ….

También debíamos entregarles un espacio igual a colegios y universidades. ¿Cuál quedaba? La mesa del comedor…

Y lo más triste, mi celular que era para conversaciones personales, tal vez banales que me hacían reír y descansar, se convirtió en el tablero del colegio. Y lo peor, si puedo usarlo, es que me piden silencio porque interrumpe reuniones… ¿Qué de la casa le quedó a la familia?

Al primer mes, me di cuenta de todos los costos adicionados, por el “trabajo virtual” a mi pobre presupuesto de coronavirus. Ya ni siquiera encontraba quién me diera un café… Y no hablar del internet, de la luz…

Y nos piden productividad… Y nos piden que estemos emocionalmente

bien, que aportemos, que seamos creativos. ¿A qué precio humano?

Home office, home school, ¿Para todos? ¿Dónde queda la intimidad?, y ¿dónde queda lo propio? y ¿dónde queda la felicidad del reencuentro en las noches para contarnos lo del día? Y ¿dónde queda la posibilidad de desconectarnos de la vida laboral? ¿Será que vamos a aceptar que la vida familiar quedó sin familia y sin espacios?

¿Trabajo y educación virtual? ¿Desde dónde nos vamos a conectar? ¿Estoy preguntando desde qué lugar físico nos vamos a conectar?

Señores empresas, para construir el futuro, es muy importante diferenciar: trabajo virtual de home office… Somos responsables de generar valor económico, pero no deteriorando el valor social.

Vale la pena pensar y defender que cada realidad debe tener su propio espacio. No podemos recargarnos hacia el lado más débil.

Volvamos a preguntarnos ¿cuál era el gran aporte de esta cuarentena…?

Voy a ponerlo en otras palabras: No es ¿qué nos está enseñando la cuarentena?, es ¿nosotros qué queremos aprender? ¿A qué futuro le queremos apostar? ¿Qué quieren o qué queremos crear?