VALE LA PENA VIVIR el TE

La vivencia de una experiencia reflexiva se hace desde el SER que observa, percibe y atiende; lo hace solo para describir, para darse cuenta, reconocer y afirmar “esto es lo que hay”, “lo que soy, como pensé, como actúe y lo que sentí” en el momento presente.

No se hace desde un ser que sabe o supone saber, y por eso se para en su verdad y juzga lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Un ser que tiene como lente perceptivo separar, validar una posición en contra de la otra; enfocado más en entender que en comprender.

La persona entiende desde lo que sabe y comprende desde lo que ES. Entendemos ideas, conocimientos y verdades, comprendemos emociones, contextos y puntos de vista.

Continuemos con el proceso de observar y describir a través de la pregunta: ¿Qué impacto emocional generé? ¿cómo quedó el ambiente, cómo quedé yo, cómo quedó el otro? 

Recuerda que la pregunta tiene como finalidad “darte cuenta”, ser consciente; nunca será para juzgarte, justificar, ver defectos o errores. Describe desde lo que es presente, no desde el debería… o el si hubiera… que son expectativas.

Para vivir una experiencia de reflexión es importante recordar que, para observar, debes ser observador, y lo logras cuando visualizas salirte de la escena y volverte espectador.

Sigamos con el proceso: Después de describir, sigue formulándote preguntas ¿De dónde salió el acto, mi reacción?, ¿Hace cuánto soy así?, ¿De quién lo aprendí?, ¿Qué creencias lo sustentan? En estas respuestas comenzarás a comprender que has venido siendo fruto de un formato, que lo acataste sin cuestionarlo, lo asumiste, lo practicas y sin darte cuenta “lo refuerzas”.  Ellos, “tus referentes”, lo pusieron a tu disposición y tú lo aprendiste. Por eso cada uno, con esta vivencia reflexiva, comienza a darse cuenta: “He venido siendo lo que hicieron de mí, pero seré lo que elija ser”.

¿Cómo lo logro?  Observa lo que sientes cuando actúas. Si en ti queda una emoción negativa, fruto de una reacción, pregúntate: ¿Ese es el SER que quiero ser?, ¿Para qué?, ¿Habría otra posibilidad?

Y llega el momento de darnos cuenta de que somos tan libres, como el uso del libre albedrío. Llega el momento de ser conscientes de que podemos elegir lo más esencial de la vida, ¿con qué ser queremos vivir los próximos años?

La elección es solo tuya, no se puede delegar, ni aplazar, ni evitar. Y cualquiera que sea lo que elijas, siempre tiene consecuencias, genera una identidad y construye un destino.

Ante lo que eliges, nace una nueva pregunta ¿a qué estás dispuesto?

La elección tiene como posibilidad convertirse en realidad, pero SOLO si la actúas, si generas evidencias, si la practicas hasta convertirla en un hábito; no necesitas perfección, sino actos de principiante, como camino de un nuevo estado de SER. Así escuché es estos días “el camino de la transformación ‘se cocina lentamente’”.

Este proceso, despertar conciencia a través de la experiencia reflexiva, es el gran camino de transformación, y considero fundamental que cada persona elija vivirlo, en algún momento de la vida.

Entre más temprano, más apasionante, porque la evolución del propio Ser es el verdadero sentido de la vida, sobre todo cuando se encamina a encontrar paz, armonía y serenidad desde las posibilidades para responder a la vida desde la práctica del amor y el agradecimiento incondicional.

Marta Olga Arango